Los romanos se enorgullecen de su ciudad y su cocina. En cada esquina de la capital hay históricos mercados a la intemperie que anuncian las temporadas con alcachofas perfectamente cortadas, habas regordetas, jugosos jitomates, manojos de hotalizas verdes o pilas de brillantes nueces cafés, todas acomodadas especialmente para agradar a la vista tan discriminadora. Tiendas de especialidades rebosen los regalos de la campiña, desde el ricotta fresco de leche de oveja y el aceite de oliva...
Los romanos se enorgullecen de su ciudad y su cocina. En cada esquina de la capital hay históricos mercados a la intemperie que anuncian las temporadas con alcachofas perfectamente cortadas, habas regordetas, jugosos jitomates, manojos de hotalizas verdes o pilas de brillantes nueces cafés, todas acomodadas especialmente para agradar a la vista tan discriminadora. Tiendas de especialidades rebosen los regalos de la campiña, desde el ricotta fresco de leche de oveja y el aceite de oliva prensado en frío hasta maravillosos vinos y el salami curado.