The Ice Cream Maker nos enseña que la calidad debe convertirse en el atributo esencial de nuestra labor. Para ello debemos estar siempre dispuestos a reinventar nuestros métodos y a buscar la perfección en todo momento; y, por encima de todo, debemos aprender a escuchar a nuestros clientes: ellos definen la calidad de un producto, no nosotros.