La casa de los espiritus (The House of the Spirits)

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Author: Isabel Allende

ISBN-10: 0060951303

ISBN-13: 9780060951306

Category: Latin American / Caribbean Fiction & Literature Classics

Created by teachers and writers, each title in this series provides a complete and thoughtful analysis of several of the most valuable works of world literature. Intended as a starting point for a better understanding and appreciation of literature, each analysis also imparts information about the author, the social and historical background, structure and traditions of literary genres, facts about characters, and a bibliography to encourage further intellectual exploration.\  \ Esta...

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Bestseller internacional y muy admirado clásico de la literatura latinoamericana, la trascendental novela de Isabel Allende cuenta la historia épica de la numerosa y turbulenta familia Trueba de Chile, con su patriarca angustiado y sus mujeres clarividentes, trazando sus vidas desde los fines del siglo pasado, hasta los días violentos del golpe que derrocó al gobierno de Salvador Allende en 1973. En La casa de los espíritus, Allende combina lo supernatural con lo real en una versión sumamente personal de realismo mágico. Es raro, el caso, en que una primera novela lanza a su autora tan repentinamente al foro internacionales.

CAPíTULO PRIMERO\ ROSA, LA BELLA\ Barrabállegó a la familia por vía marítima, anotó la niña Clara con su delicada caligrafía. Ya entonces tenía el hábito de escribir las cosas importantes y más tarde, cuando se quedó muda, escribía también las trivialidades, sin sospechar que cincuenta años después, sus cuadernos me servirían para rescatar la memoria del pasado y para sobrevivir a mi propio espanto. El día que llegó Barrabás era Jueves Santo. Venía en una jaula indigna, cubierto de sus propios excrementos y orines, con una mirada extraviada de preso miserable e indefenso, pero ya se adivinaba--por el porte real de su cabeza y el tamaño de su esqueleto-- el gigante legendario que llegó a ser. Aquél era un día aburrido y otoñal, que en nada presagiaba los acontecimientos que la niña escribió para que fueran recordados y que ocurneron durante la misa de doce, en la parroquia de San Sebastián, a la cual asistió con toda su familia. En señal de duelo, los santos estaban tapados con trapos morados, que las beatas desempolvaban anualmente del ropero de la sacristía, y bajo las sábanas de luto, la corte celestial parecía un amasijo de muebles esperando la mudanza, sin que las velas, el incienso o los gemidos del órgano, pudieran contrarrestar ese lamentable efecto. Se erguían amenazantes bultos oscuros en el lugar de los santos de cuerpo entero, con sus rostros idénticos de expresión constipada, sus elaboradas pelucas de cabello de muerto, sus rubíes, sus perlas, sus esmeraldas de vidrio pintado y sus vestuarios de nobles florentinos. El único favorecido con el luto era el patrono de la iglesia, san Sebastián, porque en Semana Santa leahorraba a los fieles el espectáculo de su cuerpo torcido en Una postura indecente, atravesado por media docena de flechas, chorreando sangre y lágrimas, como un homosexual sufriente, cuyas Ilagas, milagrosamente frescas gracias al pincel del padre Restrepo, hacían estremecer de asco a Clara.\ Era ésa una larga semana de penitencia y de ayuno, no se jugaba baraja, no se tocaba música que incitara a la lujuria o al olvido y se observaba, dentro de lo posible, la mayor tristeza y castidad, a pesar de que justamente en esos días, el aguijonazo del demonio tentaba con mayor insistencia la débil carne católica. El ayuno consistía en suaves pasteles de hojaldre, sabrosos guisos de verdura, esponjosas tortillas y grandes quesos traídos del campo, con los que las familias recordaban la Pasión del Señor, cuidandóse de no probar ni el más pequeño trozo de carne o de pescado, bajo pena de excomunión, como insistía el padre Restrepo. Nadie se habría atrevido a desobedecerle. El sacerdote estaba provisto de un largo dedo incriminador para apuntar a los pecadores en público y Una lengua entrenada para alborotar los sentimientos.\ --¡Tú, ladrón que has robado el dinero del culto¡ --gritaba desde el púlpito señalando a un caballero que fingí afanarse en Una pelusa de su solapa para no darle la cara--. ¡Tú, desvergonzada que te prostituyes en los muelles! --y acusaba a doña Ester Trueba, inválida debido a la artritis y beata de la Virgen del Carmen, que abría los ojos sorprendida, sin saber el significado de aquella palabra ni dónde quedaban los muelles--. ¡Arrepentíos, pecadores, inmunda carroña, indignos del sacrificio de Nuestro Señor! ¡Ayunad! ¡Haced penitencia!.\ Llevado por el entusiasmo de su celo vocacional, el sacerdote debía contenerse para no entrar en abierta desobediencia con las instrucciones de sus superiores eclesiásticos, sacudidos por vientos de modernismo, que se oponían al cilicio y a la flagelación. Él era partidario de vencer las debilidades del alma con una buena azotaina de la carne. Era famoso por su oratoria desenfrenada. Lo seguían sus fieles de parroquia en parroquia, sudaban oyéndolo describir los tormentos de los pecadores en el infierno, las carnes desgarradas por ingeniosas máquinas de tortura, los fuegos etemos, los garfios que traspasaban los nuembros viriles, los asquerosos reptiles que se introducían por los orificios femeninos y otros múltiples suplicios que incorporaba en cada sermón para sembrar el terror de Dios. El mismo Satanás era descrito hasta en sus más íntimas anomalías con el acento de Galicia del sacerdote, cuya misión en este mundo era sacudir las conciencias de los indolentes criollos.\ \ Severo del Valle era ateo y masón, pero tenía ambiciones politicas y no podía darse el lujo de faltar a la misa más concurrida cada domingo y fiesta de guardar, para que todos pudieran verlo. Su esposa Nívea prefería entenderse con Dios sin intermediarios, tenía profunda desconfianza de las sotanas y se aburría con las descripciones del cielo, el purgatorio y el infierno, pero acompaña a su marido en sus ambiciones parlamentarias, en la esperanza de que si él ocupaba un puesto en el Congreso, ella podría obtener el voto femenino, por el cual luchaba desde hacía diez años, sin que sus numerosos embarazos lograran desanimarla. Ese Jueves Santo el padre Restrepo había llevado a los oyentes al límite de su resistencia con sus visiones apocalípticas y Nívea empezó a sentir mareos. Se preguntó si no estaría nuevamente... La Casa De Los Espiritus. Copyright © by Isabel Allende. Reprinted by permission of HarperCollins Publishers, Inc. All rights reserved. Available now wherever books are sold.