Basta de historias: La obsesion latinoamericana con el pasado y el gran reto del futuro

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Author: Andres Oppenheimer

ISBN-10: 0307743519

ISBN-13: 9780307743510

Category: Economic Conditions

Periodista cardinal y siempre dispuesto a desafiar las modas políticas del momento con inteligencia y humor, Andrés Oppenheimer demuestra en este libro que mejorar sustancialmente la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación no es tarea imposible. Pero sí tremendamente necesaria. La razón es simple: el XXI será el siglo de la economía del conocimiento. Contrariamente a lo que pregonan presidentes y líderes populistas latinoamericanos, los países que avanzan no son los que...

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Andrés Oppenheimer es uno de los periodistas más influyentes de la lengua española. Nacido en Buenos Aires, estudió Derecho en la Universidad de Buenos Aires y luego obtuvo una maestría en periodismo de la Universidad de Columbia, Nueva York. Fue jefe de la corresponsalía de The Miami Herald en México, y encargado de la cobertura del periódico en Colombia, Panamá y otros países. Antes trabajó durante cinco años en el Associated Press y ha colaborado para The New York Times, The Washington Post, The New Republic, CBS News y la BBC de Londres. Actualmente es editor para América Latina y columnista de The Miami Herald; analista político de CNN en Español; conductor del programa de televisión Oppenheimer Presenta; y el autor de los libros Cuentos chinos, Crónicas de héroes y bandidos, Los Estados Desunidos de Latinoamérica, México en la frontera del caos y La hora final de Castro. Entre numerosos premios y reconocimientos, fue co-ganador del premio Pulitzer en 1987 junto con el equipo de The Miami Herald que descubrió el escándalo Irán-Contras; recibió los premios Ortega y Gasset del periodico El País de Madrid (1993), el Rey de España otorgado por la agencia EFE (2001), el Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia (1998), el Overseas Press Club Award (2002) y el premio Emma Suncoast de la Academia Nacional de Televisión, Artes y Ciencias de Estados Unidos (2005).

1 \ Hay que mirar para adelante\ Cuando le pregunté a Bill Gates después de una entrevista televisiva, fuera de cámara, qué opinaba sobre la creencia muy difundida en muchos países latinoamericanos de que “nuestras universidades son excelentes” y “nuestros científicos triunfan en la NASA”, el fundador de Microsoft y uno de los hombres más ricos del mundo me miró con asombro y estalló en una carcajada. Levantando las cejas, me preguntó: “¿A quién estás bromeando?”\  No fue una respuesta arrogante: minutos antes, frente a las cámaras, Gates me había hablado con optimismo sobre América Latina. Según dijo, existen condiciones como para ponerse a la par de China e India en las próximas décadas.\ Decía Gates, mientras nos alejábamos del set de grabación, que a Latinoamérica le falta una dosis de humildad para darse cuenta cuál es la verdadera posición de sus grandes universidades y centros de investigación en el contexto mundial. Los países de la región sólo podrán insertarse de lleno en la economía de la información del siglo XXI —y producir bienes más sofisticados que les permitan crecer y reducir la pobreza— si hacen un buen diagnóstico de la realidad y dejan de creer que están así de bien, indicó.\  “Si creen que ya han llegado a la meta, están fregados —me dijo Gates moviendo la cabeza—. Todos los países deben empezar con humildad. Lo que más asusta sobre el ascenso de China es su nivel de humildad. Están haciendo las cosas muy bien y, sin embargo, tienen una humildad asombrosa. Tú vas a China y escuchas: ‘En India están haciendo esto y lo otro mucho mejor que nosotros. ¡Caramba! Tenemos que hacer lo mismo’. Esta tendencia a la humildad, que algún día van a perder, les está ayudando enormemente.” (1)\ Su respuesta me dejó pensando. Yo acababa de regresar de varios países latinoamericanos, y en todos me había encontrado con una versión triunfalista sobre los logros de las grandes universidades latinoamericanas y sus sistemas educativos en general. No solo los gobiernos alardeaban sobre los logros de sus países en el campo académico y científico, sino que la gente parecía convencida de la competitividad de sus universidades —salvo en cuanto a los recursos económicos— frente a las casas de estudio más prestigiosas del mundo. Cada vez que daba una conferencia en alguna de las grandes capitales latinoamericanas, y criticaba la eficiencia de sus universidades estatales, siempre saltaba alguien en la audiencia para rebatir mis comentarios con patriótica indignación. Las grandes universidades latinoamericanas, blindadas contra la rendición de cuentas a sus respectivas sociedades gracias a la autonomía institucional de la que gozan, muchas veces parecen estar a salvo de cualquier crítica, por más fundamentada que sea. Son las vacas sagradas de América Latina.\ Según me comentaba Gates, en China, y anteriormente en Estados Unidos, había pasado exactamente lo opuesto: había sido precisamente la creencia de que se estaban quedando atrás del resto del mundo lo que había despertado a sus sociedades e impulsado su desarrollo. “Lo mejor que le pasó a Estados Unidos fue que, en los años ochenta, todos creían que los japoneses nos iban superar en todo. Era una idea estúpida, errónea, una tontería. Pero fue este sentimiento de humildad lo que hizo que el país se pusiera las pilas.” (2)\ ¿Y en Latinoamérica? Gates respondió que veía importantes avances y que aunque las universidades no son tan buenas como deberían ser, son mejores que hace 10 años. Sin embargo, el disparador de la modernización educativa en Latinoamérica debería ser el mismo que en Estados Unidos, agregó. “La manera de despegar es sintiendo que estás quedándote atrás”, concluyó encogiéndose de hombros.(3) Lo cierto es que en la gran mayoría de los países de América Latina está ocurriendo todo lo contrario: las encuestas (como la Gallup, de 40 000 personas en 24 países de la región, encargada por el Banco Interamericano de Desarrollo, BID) muestran que los latinoamericanos están satisfechos con sus sistemas educativos. Paradójicamente, lo están mucho más con su educación pública que la gente de otras regiones que obtienen mucho mejores resultados en los exámenes estudiantiles y en los rankings universitarios. El 85 por ciento de los costarricenses, 84 por ciento de los venezolanos, 82 por ciento de los cubanos, 80 por ciento de los nicaragüenses, 77 por ciento de los salvadoreños y más de 72 por ciento de colombianos, jamaiquinos, hondureños, bolivianos, panameños, uruguayos y paraguayos dijeron estar satisfechos con la educación pública de sus respectivos países. Comparativamente, sólo 66 por ciento de los encuestados en Alemania, 67 por ciento de los estadounidenses y 70 por ciento de los japoneses lo están en sus respectivos países, según revela el estudio.(4)\ “Los latinoamericanos en general están más satisfechos con su educación pública de lo que justifican los resultados de los exámenes internacionales. Están satisfechos sin fundamento”, me dijo Eduardo Lora, el economista del BID que coordinó el estudio. Cuando le pregunté por qué tantos latinoamericanos tienen esta visión tan optimista, Lora respondió que la mayoría de la gente en la región tiende a juzgar su sistema educativo por la calidad de los edificios escolares o por el trato que reciben sus hijos en la escuela, más que por lo que aprenden.\ En otras palabras, ha habido un gran avance en cuanto a la expansión de la educación —los índices de alfabetismo se han duplicado desde la década de los años treinta, para llegar a 86 por ciento de la población de la región—, pero no se ha producido un avance similar en la calidad de la educación. “El peligro es que, si la gente está satisfecha, no existe la exigencia social de mejorar los estándares educativos. Paradójicamente, esa demanda sólo existe donde ya se han alcanzado los estándares relativamente más altos de la región, como en Chile.”(5) Las universidades más prestigiosas de América Latina, a pesar de logros esporádicos que sus sociedades celebran como grandes triunfos nacionales, están en los últimos puestos de los rankings internacionales: el de las 200 mejores universidades del mundo, realizado por el Suplemento de Educación Superior del Times de Londres, está encabezado por la Universidad de Harvard, e incluye una sola universidad latinoamericana, casi al final de la lista. Se trata de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que está en el puesto 190. O sea, aunque México y Brasil se ubican entre las 12 economías más grandes del mundo, sólo tienen una universidad en el ranking londinense, y está en uno de los últimos lugares. En comparación, hay varias universidades de China, India, Corea del Sur e Israel en la lista.(6)\ ¿Cómo puede ser que México, un país con 110 millones de habitantes, con un producto interno bruto (PIB) de 1 600 billones de dólares, tenga a su mejor universidad en un puesto tan por debajo de la mejor universidad de Singapur, un país con menos de cinco millones de habitantes y un pib que no llega a 225 000 millones de dólares?\ Varios rectores de universidades estatales latinoamericanas señalan, con indignación, que el ranking londinense es tendencioso, porque favorece a los países angloparlantes al incluir entre sus criterios de valoración el número de artículos publicados en las principales revistas académicas internacionales, que están escritas en inglés. Sin embargo, el ranking difícilmente puede ser calificado como demasiado favorable para el Primer Mundo, porque una lista similar, confeccionada por una de las principales universidades de China, llega a las mismas conclusiones. En efecto, el ranking de las mejores 500 universidades del mundo de la universidad Jiao Tong de Shanghai, China, pone a las universidades latinoamericanas en lugares muy parecidos.\ Según este ranking, no hay ninguna universidad latinoamericana entre las 100 mejores del mundo. La lista también está encabezada por Harvard, y ocho de los primeros 10 puestos están ocupados por universidades norteamericanas. Luego, hay varias chinas, japonesas, australianas e israelíes entre el primer centenar. Las primeras instituciones académicas latinoamericanas que aparecen son la Universidad de São Paulo, que figura dentro del grupo identificado como “entre el puesto 100 y 151”. Más abajo están la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la unam de México, “entre el puesto 152 y 200”.(7)\ TRES PSICÓLOGOS POR CADA INGENIERO\ Las grandes universidades latinoamericanas están repletas de estudiantes que cursan carreras humanísticas u otras que ofrecen poca salida laboral o están totalmente divorciadas de la economía del conocimiento del siglo XXI. Hay demasiados estudiantes universitarios latinoamericanos estudiando derecho, psicología, sociología, filosofía e historia, y pocos estudiando ciencias e ingeniería. Actualmente, 57 por ciento de los estudiantes de la región cursan carreras de ciencias sociales, mientras que apenas 16 por ciento cursan carreras de ingeniería y tecnología, según cifras de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), con sede en Madrid.\ El número de graduados en ciencias sociales “aumentó espectacularmente” desde fines de los años noventa, afirma un estudio de la OEI. Entre el conjunto de egresados de maestrías en Latinoamérica, 42 por ciento ha obtenido su título de posgrado en ciencias sociales, 14 por ciento en ingeniería y tecnología, y 5 por ciento en ciencias agrícolas, dice el informe.(8)\ En la Universidad de Buenos Aires, la principal universidad estatal argentina, hay 29 000 estudiantes de psicología y 8 000 de ingeniería. Es decir, los contribuyentes argentinos están pagando con sus impuestos la educación gratuita de tres terapeutas para curarle el coco —como los argentinos suelen referirse a la cabeza— a cada ingeniero. Lo mismo ocurre en otros campos: la UBA tiene unos 3 000 estudiantes de filosofía, contra 1 140 de física, o casi tres filósofos por cada físico, y 3 200 estudiantes de historia, contra 1 088 de química, o sea tres historiadores por cada químico.(9)\  Y en la unam de México hay unos 1 000 estudiantes de historia, tres veces más que los de ciencias de la computación. A la hora de egresar, anualmente se gradúan de la UNAM unos 188 licenciados en historia, 59 en ciencias de la computación y 49 en ingeniería petrolera.(10) O sea, los contribuyentes mexicanos están subvencionando los estudios de más jóvenes dedicados a estudiar el pasado que a cursar muchas de las carreras que incentivan las innovaciones del futuro.\ Cuesta creerlo, pero países relativamente jóvenes como México y Argentina tienen porcentajes mucho más altos de jóvenes estudiando historia y filosofía que países como China, que tienen una historia milenaria y filósofos como Confucio que han revolucionado el pensamiento universal. Cuando viajé a China y entrevisté a varios  funcionarios del Ministerio de Educación, me dieron cifras como las siguientes: todos los años ingresan en las universidades chinas casi 1 242 000 estudiantes de ingeniería, contra 16 300 de historia y 1 520 de filosofía.(11) En India, me encontré con números parecidos. En la mayoría de los casos, los países asiáticos están privilegiando los estudios de ingeniería y las ciencias, limitando el acceso a las facultades de humanidades a los alumnos que obtienen las mejores calificaciones para entrar en las mismas.\  \ Notas\  1  Entrevista del autor con Bill Gates, en Miami, 4 de abril de 2008.\  2  Idem.\  3  Idem.\  4  “Latin Américans satisfied with education, despite quality challenges”, comunicado de prensa del Banco Interamericano de Desarrollo, 27 de octubre de 2008.\  5  Entrevista del autor con Eduardo Lora, 3 de diciembre de 2008.\  6  Times Higher Education — QS World Universities Ranking, 2008, Top 200 World Universities.\  7  2008 Academic Ranking of World Universities, Shanghai Jiao Tong University.\  8  El estado de la ciencia, 2008, publicación de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, gráfica 26.\  9  Anuario de Estadísticas Universitarias 2006, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.\ 10 Agenda Estadística 2007, UNAM, pp. 57-61.\ 11  Educational Statistics Yearbook of China, People’s Education Press, Beijing, p. 32.